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jueves, 11 de noviembre de 2010

Barcos Fantasmas - El Baychimo

Se dice, se cuenta, se rumorea que hubo barcos que zarparon y desaparecieron y otros que fueron descubiertos en medio de los océanos sin saber su procedencia... sucesos inexplicables que han sido transmitidos de generación en generación y que han dado lugar a las leyendas de los Barcos Fantasmas... El Baychimo es la historia de un barco que se niega obstinadamente a desaparecer volviendo una y otra vez a la memoria de los hombres... El 22 de septiembre de 1931 la tripulación del Baychimo trata en vano de liberar al navío de los hielos. El Baychimo, un carguero de vela de 1.322 toneladas, majestuoso, bien proporcionado, con casco de acero, construido en Suecia en 1914, pertenecía a la Compañía de la Bahía de Hudson. Era utilizado para recoger y transportar las pieles que los cazadores esquimales (los Inuits) vendían en las costas de la isla Victoria, en los Territorios del Noroeste canadiense. Con su gran chimenea, su proa larga y alta y su sólida construcción, estaba preparado para hacer frente icebergs y gruesas capas de hielo de los mares polares. Era una de las primeras embarcaciones utilizadas para el comercio de pieles con las fábricas esquimales del mar de Beaufort. 
Se movía regularmente haciendo unos 3200 kilómetros por una de las zonas de navegación más peligrosas del mundo, siempre solitario siguiendo su rumbo bien planeado, distribuyendo víveres, combustible y otras mercancías. Hacía paradas en ocho fábricas de la Compañía Bahía Hudson cargando enormes cargas de cueros y pieles.  El 6 de Julio de 1931, zarpó de Vancuver, para emprender su periplo habitual con John Cornwell como capitán y una tripulación de 36 hombres. Eran hombres preparados para este tipo de travesías difíciles y ninguno de ellos podían suponer que ésta sería la última travesía del Baychimo... con tripulación a bordo. Navegó hacia el este y alcanzó la Isla Victoria y tras cargar las bodegas como era habitual, el capitán ordenó rumbo a Vancuver... pero el invierno llegó antes de lo habitual... un viento violento y una helada intensa cambió el paisaje del Baychimo... grandes bancos de hielos se solidificaron alrededor de la gran embarcación... más rápido que de costumbre. El 30 de Septiembre ya no quedaba más que un estrecho paso de agua navegable que fue completamente obstruido al día siguiente atrapando al barco frente a Barrow, una aldea de Alaska donde la Compañía había hecho construir unas cabañas cercanas a la orilla. 
El capitán al ver la creciente tormenta de nieve ordenó a sus hombres a franquear la extensión helada de casi un kilómetro que los separaba de los refugios marchando en una caminata difícil y penosa. En las cabañas permanecieron durante un par de días medio muertos de frío... sin poder salir al exterior. Fue entonces como casi por arte de magia el hielo se resquebrajó liberando al Baychimo, todos se apresuraron otra vez al barco avanzando con él a todo vapor hacia el Oeste, pero nuevamente el hielo se cerró alrededor del carguero. El 8 de Octubre la placa de hielo vuelve a resquebrajarse provocando un inmenso crujido bajo los pies de los marineros que vieron abrirse una gran grieta en el terreno que pisaban del barco. El capitán Cornwell estaba seguro que por muy fuerte que fuera el Baychimo el hielo acabaría con él. 
El 15 de Octubre la Compañía de Bahía de Hudson envió a socorrer a la tripulación con dos aviones de la base de Nome. 22 hombres marcharon en ellos y 14 permanecieron en el lugar para esperar al deshielo y conseguir liberar el valioso cargamento construyendo un pequeño refugio cercano para esperar aproximadamente un año a que se derritiera el hielo y se liberara el carguero. El 24 de noviembre... una enorme tempestad como ninguna antes habían visto los dejó encerrados en el refugio, cuando esta amainó volvieron a buscar el Baychimo pero este... ante la sorpresa de todos, había desaparecido bajo una montaña de nieve de más de 20 metros de altura. No volvieron a encontrar huellas de él dejando en su pensamiento la idea de que el Baychimo había sido hundido por la tempestad. 
Preparaban sus cosas para el regreso cuando un Inuit cazador de focas llegó con una noticia que ninguno podía creer del todo. El Baychimo había sido visto a unos 70 Km de allí hacia el sudeste. El Baychimo errante y a la deriva empezaba a convertirse en una leyenda. La tripulación siguiendo los pasos de los esquimales avanzaron con gran dificultad hasta llegar al lugar que indicaban... allí estaba el Baychimo, majestuoso, implacable a las tempestades y como si nada hubiese ocurrido en medio de mar helado. Cornwell hizo retirar las pieles más valiosas de la bodega con lágrimas en los ojos abandonaron al Baychimo a su suerte volviendo en avión a sus hogares. Pasaron los meses. Un día, la sede de la Compañía, en Vancouver, recibió de los esquimales la información de que se había vuelto a ver al Baychimo que se creía perdido desde hacía tiempo, esta vez a varios centenares de kilómetros al este del punto donde se lo había abandonado. El 12 de marzo de 1932, Leslie Melvin, un joven cazador que se dirigía en trineo de la isla Herschel  a Nome, divisó el carguero. El Baychimo flotaba tranquilamente cerca de la costa. Melvin logró subir a bordo y comprobó que aun quedaban numerosas pieles intactas en la bodega. Solo, sin equipo apropiado y a centenares de kilómetros de su base en Alaska, le resultó imposible traerlas de vuelta. Algunos meses más tarde, un grupo de buscadores de petróleo volvió a ver la embarcación. Lograron también subir a bordo, donde todo seguía en perfecto orden. En marzo de 1933, el Baychimo volvió aproximadamente al punto donde su capitán lo había dejado: flotaba perezosamente en las aguas que comenzaban a helarse. Un grupo de unos treinta esquimales llegó hasta él en kayak. En el preciso momento en que subían a visitarlo estalló una terrible tormenta, que los obligó a permanecer encerrados en el barco fantasma, sin alimentos, durante diez días antes de poder partir.En agosto del mismo año, la Compañía de la Bahía de Hudson supo que el Baychimo se dirigía plácidamente hacia el norte, pero se encontraba en una zona demasiado alejada para intentar una operación de salvamento. En julio de 1934 un grupo de investigadores y exploradores que navegaban en una goleta visitaron el barco y permanecieron en él  algunas horas. La leyenda del pequeño barco con una gran chimenea gris se habla difundido entre los esquimales del Artico; muchos de ellos lo divisaban de tanto en tanto durante sus desplazamientos. En septiembre de 1935, el Baychimo llegó a las costas de Alaska. Conseguía siempre escapar a las trampas que le tendía el hielo y sobrevivía a las peores tempestades polares. La naturaleza parecía incapaz de destruirlo, y los hombres, de salvarlo. Después de 1939 fueron muchos los esquimales pero también los exploradores, comerciantes o aviadores que vieron al Baychimo. Durante años, surcó, solo y sin nadie a bordo, miles de kilómetros de aguas heladas. En marzo de 1963 un pequeño grupo de esquimales, que pescaban en kayak, volvió a ver el carguero. Flotaba, sereno, frente al litoral desierto del mar de Beaufort. Esta vez no había ningún medio de llegar hasta él; dejaron que el viejo casco herrumbrado, pero siempre vivo, desapareciera nuevamente. La última vez que se divisó al Baychimo fue en 1969, o sea treinta y ocho años después de haber sido abandonado, otra vez prisionero del hielo entre Icy Cape y punta Barrow.




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