Según relatos de Quinto Cursio, Alejandro Magno (356 a.d.C.) utilizó buzos (denominados Kolymboi) en el asedio de la ciudad de Tiro (Líbano). Incluso el propio Alejandro hizo varias inmersiones en una especie de campana de cristal que se sumergía en el agua.
Ya en el Renacimiento, Leonardo Da Vinci diseñó el primer aparato de respiración autónomo en su “Codex Atlanticus” (1.490). Se trataba de unos bocetos donde aparecían unos guantes palmeados, unas aletas natatorias (aunque para las manos, y no para los pies) y una caperuza de cuero que cubría la cabeza y el cuello del buceador, en la que colocó, a la altura de la boca, un tubo respirador muy parecido a los actuales. Fruto del temor en aquella época a las “bestias marinas”, dotó a la caperuza de afiladas púas a su alrededor.
El traje de buceo estaba hecho de cuero, y el tubo, fabricado con cañas, se conectaba a una campana que flotaba en la superficie. Da Vinci, preocupado por la contaminación por “vertidos tóxicos” al mar, incluyó una pequeña bolsa para que el submarinista pudiera…. hacer sus necesidades. | |
D. Juan Ivars Perelló autor del libro Historia del Buceo (Su desarrollo en España) editado en 1988
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